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La galería porticada es una aportación autóctona del románico español y en concreto de zonas donde la climatología es ocasionalmente adversa. Lugar soleado en cara sur resguardado por la Iglesia -en el amplio sentido de la expresión- donde poder reunirse los parroquianos. Es una especie de "pequeño claustro civil" de uso laico compuesto solo por la crujía sur. Su estilo y decoración no desdice en nada de lo visto en los templos a los que adorna. Antes bien, como carta de presentación que es del mismo, sus constructores se afanaron en mostrarlo hermoso.

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Consta la de Omeñaca de seis arcos de medio punto repartidos en dos grupos de tres a cada lado de un vano central de ingreso al espacio porticado. Dichos arcos apean en columnas dobles con sus capiteles a través de sencillo ábaco. Los dos primeros arcos a poniente comparten salmer, siendo el resto individuales. El vano de acceso es de sencilla hechura, sin decoración (Imágenes 1 a 5).

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Los capiteles que decoran esta galería repiten los motivos tradicionales del arte, en clave algo ruda. Arpías, palmetas y piñas, monstruos, sirenas o acantos. Motivos, como era lógico encontrar, de tradición soriano-silense (Imágenes 6 a 11).

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La portada de acceso al templo se sitúa a resguardo de la galería, tras su vano de acceso. Situada en un cuerpo adelantado y bajo una somera cornisa sustentada por media docena de canecillos, se compone de tres arquivoltas de medio punto apeadas por medio de imposta sencilla en jambas rectas. Ningún motivo decorado la adorna (Imagen 7).

El más oriental de los canecillos de esta portada, de hechura tosca y poco acabada, muestra dos caritas que nos miran frontalmente. Hombre y mujer abrazados. Ella porta toca de casada. La escena solo se entiende cuando la contemplamos desde su porción inferior. Representa una "gloriosa y desproporcionada" muestra del amor carnal entre ambos... (Imágenes 12 a 15). Una muestra más de los frecuentes motivos eróticos, a veces tan explícitos de este arte, que a nuestro entender aparece como desconcertante.