LA GUÍA DIGITAL DEL ARTE ROMÁNICO

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EL ROMÁNICO
   

5.- EL TEMPLO ROMÁNICO

A) - Generalidades


a-4) Arquitectura

2- Los Cimientos.-

Por regla general el cimiento es tan solo una prolongación del muro más allá del nivel del pavimento. No existe en esta época la idea de crear una superficie de sustento para el edificio que se ha de erigir y si el edificio es de nueva planta, a lo más se recurre a abrir zanjas y dejar enterradas unas hiladas del muro.

CIMENTACIÓN SOBRE EDIFICIO ROMANO PREVIO

En numerosas ocasiones los constructores acuden a la solución de buscar un estrato rocoso firme sobre el cual asentar directamente la fábrica. En otras asientan los muros sobre estructuras edificadas con anterioridad. Justifica esto algunos perímetros u orientaciones fuera de lo que es la norma, como en el caso de la imagen superior. Corresponde a la ermita de San Valero en Velilla de Cinca (Huesca) que está edificada sobre un antiguo templo romano que le presta su planta cuadrada y los restos y materiales de su basamento. Por fin, como caso excepcional si el terreno es abundante en agua, fundamentan el edificio sobre cimientos de madera soterrados sobre los que alzan los muros. Es la forma en que se cimentó San Adrián de Sásabe en Huesca excepcionalmente situado en la confluencia de dos barrancos. Esta circunstancia ha hecho hilar muy fino en las labores de drenaje del templo para no bajar el nivel freático por debajo de los maderos que la cimientan, que de hacerlo se se desecarían aplastándose y dañando a la fábrica del templo.

 

3- El Muro Románico.-

La forma de edificar un muro en época románica es herencia directa de los geniales arquitectos que fueron los constructores romanos. El tipo de técnica empleada es lo que se denomina "muro compuesto" o "emplectum" y consta de tres capas: un núcleo formado por ripios consolidados con mortero de cal y sendos acabados exteriores. La imagen inferior corresponde a la ruina del cilindro absidal de Medianeta en el Alto Gállego (Huesca). Resaltados en amarillo están los sillares de las capas exteriores del muro, entre las cuales se dispone el núcleo formado por mortero de cal y ripios.

MURO ARRUINADO DEL ÁBSIDE DE MEDIANETA (HUESCA)

Realmente lo que están haciendo estos constructores es fabricar un "encofrado" de forma semejante a como hoy se realiza pero sustituyendo las planchas metálicas -que se retiran al consolidar la fábrica- por bloques de piedra tallada para que además de conformar un espacio interior donde fabricar el núcleo del muro, le aporten el acabado tanto al exterior como al interior.

CAPA EXTERIOR Y NÚCLEO DE UN MURO MEDIEVAL (MURALLA SANTO DOMINGO DE LA CALZADA)

En las obras más antiguas, se emplean los sillarejos apenas desbastados, y en la etapa plena del románico se utilizan bloques de piedra sillar bien escuadrados y ajustados en sus superficies vistas y de apoyo. Hacia el interior del muro la piedra no necesita ser tallada con cuidado porque no se verá. Y su propia irregularidad en la profundidad de penetración en el núcleo aportará cohesión a ambas capas. Este es el fundamento de colocar sillarejos a tizón: al disponerlos de modo que su mayor longitud se hunda en el centro del muro, consolida y ata sus distintas fases. Si la mezcla de mortero de cal es la adecuada y en consecuencia el núcleo del muro es sólido, es suficiente para rigidizar el mismo hasta el punto de que los acabados de piedra vista sean meramente decorativos. La demostración de esta idea son los edificios en que se han expoliado sus sillares para reutilizarlos ("la mejor cantera disponible es un edificio abandonado"). Permanecen en pie gracias a la rigidez del núcleo de sus muros.

EXPLOIO DE LOS SILLARES VISTOS EN JUNZANO (HUESCA)

En ocasiones, en el espesor del muro se dejaban maderos emparedados a modo de "durmientes" esperando que aumentaran la estabilidad del mismo y evitasen alabeos. El riesgo es que si la madera no es de suficiente calidad al descomponerse lo que originaba era la debilidad de la obra. Un ejemplo de esto lo he visto en los restos de amurallamiento del castillo de Marcuello en Huesca. La existencia de estos maderos, al igual que restos de otros abandonados dentro de mechinales edificativos, tiene relevancia porque es posible su datación mediante determinación de carbono-14 o por dendrocronologia ofreciendonos una fecha post quem para el muro que los contiene.

MADEROS DURMIENTES EN EL MURO PARA IMPEDIR ALABEOS

Además de los acabados exteriores a base de sillarejos y sillares, también se utilizan mampuestos y ladrillo en sustitución de la piedra trabajada. Y en fases avanzadas de la época medieval, se llega a prescindir de las capas exteriores del muro, encofrando con planchas de madera sujetas por vástagos que dejan unos orificios regularmente distribuidos por la obra.

MURO DE LA FORTIFICACIÓN DE MONREAL DE ARIZA (ZARAGOZA)

El muro románico es de gran espesor. Suele medir alrededor de un metro en los pequeños templos rurales que estamos acostumbrados a ver. En el constructor de esa época primaba la estabilidad de la obra sobre cualquier otra circunstancia. Por ello creaba muros de gran potencia y con escasos vanos por miedo a debilitarlos. La consecuencia es que la luz al interior es escasa creando ese efecto de oscuridad que estimamos consustancial al románico y que no es sino temor del operario a debilitar el muro.

Si la obra no se pensaba cerrar con una bóveda de piedra, el muro podía ser de menor espesor; pero si tenía que soportar los notables empujes de las bóvedas, todo era poco: amplio grosor, escasas ventanas, contrafuertes y la puerta al hastial de poniente, muro que no soporta el empuje de la bóveda.

En las obras de notable altura, como las torres militares, a medida que ascendían en la obra rebajaban el espesor del muro. En parte para disminuir el peso total de la fábrica, y también para tener un punto de apoyo de las soleras de las distintas plantas gracias a los retranqueos. En las torres-campanario se aplica la misma idea, con el resultado de aumentar el numero y amplitud de vanos a medida que se gana altura. Arriba las cargas son escasas y abrir amplios vanos aligera la carga total que ha de soportal la base. El resultado es estéticamente bello.

TORRE LOMBARDA DE SAN CLEMENTE DE TAHULL (LERIDA)

El arquetipo del muro románico -a tenor de lo visto- es el muro pesado, recio y con pocas aberturas por miedo a debilitarlo. Ese es el esquema inicial que condicionará el aspecto interior. El crecimiento en altura de los templos se verá limitado por la pesadez del muro que llega a ser incapaz de soportar su propio empuje. Y además habrá de recibir las cargas de las bóvedas. El gran avance en este campo surge cuando -como en tantas otras disciplinas de la vida- se experimenta con formas aparentemente contradictorias. Algún maestro constructor se debió de dar cuenta de que la clave no estaba en hacer muros más recios y por tanto más pesados, sino en articularlos de manera que con menos peso fueran capaces de transmitir los empujes de las bóvedas y el suyo propio. Quizá la clave fue entender el funcionamiento de las bóvedas de arista. En ellas las cargas se transmiten por los pilares de las esquinas, pudiendo calar los cuatro muros que resultan innecesarios desde el punto de vista de transmisión de empujes.

ESQUEMA DE TRANSMISIÓN DE EMPUJES POR LOS MUROS. (Modificado de Könemann)

La consecuencia es clara en lo evolutivo. Para poder elevar el muro hay que articularlo y aligerarlo. Surgen así los grandes arcos formeros de comunicación entre nave central y laterales, apeando el muro de separación solo en pilares muy separados. Y por encima, una nueva articulación del muro, el triforio, a modo de sucesión de pequeños arcos formeros consecutivos. Y aun más arriba, el claristorio. De nuevo una colección de vanos por los que penetra la luz. Y todos ellos transmiten con eficacia el peso de la bóveda de piedra hacia abajo. Lo que hubiera sido impensable con un muro continuo de un metro de espesor. No hubiera podido aguantar su propio empuje.

MURO ARTICULADO (SANT SERNIN DE TOULOUSE. FRANCIA)

Si de lo meramente formal damos el salto a lo ideológico, estamos ya viendo a través de la elevación de las naves con sus muros articulados plenos de vanos que dejan filtrar luz el nuevo estilo que imparable acude al relevo: el gótico.



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