5- Cubiertas.
       
        Cubierta: "En general, 
          sistema de cierre de la parte superior de una construcción. Específicamente: 
          cubierta plana sin abovedar y sin que intervengan elementos curvos"
        Bóveda: "Obra 
          arqueada que cubre espacios comprendidos entre muros o varios pilares" 
          
      
      Una vez elevados los 
        muros el espacio conseguido necesita ser cubierto de forma eficaz. En 
        un primer momento se cerraron con cubiertas de madera. Es técnicamentemás fácil 
         y por otra parte el menor peso aportado por la estructura 
        hace que los problemas derivados de los empujes sean menores. En 
        su contra, la facilidad de sufrir incendios, máxime en un lugar 
        donde la liturgia hace necesario el uso de cirios y lamparillas ardiendo 
        de forma continuada.
       
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      Técnicamente la 
        solución era simple: cubierta a dos aguas para que el agua resbale 
        más allá del exterior de los muros. Estructuras triangulares 
        de madera, apeadas sobre largueros en lo alto de los muros, tablazón 
        cerrando el espacio entre maderos y por encima, lajas de piedra o pizarra. 
        En las iglesias de tres naves, como las de Tahull, 
        los muros de separación entre las mismas son extremadamente gráciles 
        dado el poco empuje que han de soportar. 
       
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      Ya fuera por los mencionados 
        incendios, o por el valor simbólico que supone el uso de la piedra 
        como declaración de intenciones pensando en la eternidad, en el 
        románico pleno el uso de la piedra para cubrir los templos se generalizó. 
        Ello implica la necesidad de una técnica 
        edificativa más depurada y mayores conocimientos empíricos 
        por parte de los maestros de obra. Cuando lograron un "estándar 
        edificativo", la verdadera multinacional que fue Cluny lo exportó 
        a todo el mundo cristiano conocido. Y el Camino de Santiago fue, como 
        en tantas otras disciplinas, una vía rápida de difusión 
        de ideas.
      No estaban inventando 
        nada nuevo en lo arquitectónico. Ya hemos visto en los primeros 
        capítulos que el arco de medio punto es de origen clásico, 
        así como el uso del cemento (puzolana) y las cimbras. También 
        las basílicas y sus cabeceras absidales. Pero 
        Cluny lo retoma. Le da un sentido unitario repitiéndolo una y mil 
        veces para llevar su mensaje desde el corazón del continente hasta 
        el "Finis Terrae". Y este mensaje todavía subsiste. Solo 
        hay que saber leerlo. 
       
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      Los dos sistemas de abovedar 
        en piedra los templos, según Puig i Cadafalch fueron los siguientes:
      -Usar lajas de piedra 
        dispuestas radialmente sobre las cimbras y unificarlas a base de cubrirlas 
        con mortero de cal
      -Usar bloques de piedra 
        dovelados, mejor trabajados para su ajuste de modo que al colocarlos sobre 
        las cimbras la necesidad de mortero sea mucho menor.
      El elemento común 
        a ambos es la cimbra. Se trata de un armazón de madera de la suficiente 
        resistencia para soportar el peso de los componentes de la bóveda 
        hasta que fragüe el mortero o se inserte la clave. Sobre estas líneas 
        muestro unas imágenes modificadas de F. Gómez Canales ("Manual 
        de Cantería". Fundación Santa María la Real. 
        2005) muy demostrativas del uso de la cimbra, tanto para el remontado 
        del arco de medio punto como para la bóveda de medio cañón. 
        Este artilugio se apoyaba en las impostas (hoy parecen 
        solo elementos decorativos, pero su utilidad fue sustentar las cimbras. 
        En los templos que no las hay, hubieron de emplear mucha más 
        madera para apear las cimbras en el pavimento por medio de maderos verticales). 
        Si el templo no era de gran longitud, con una sola cimbra podía bastar para 
        edificar su bóveda pero si la nave es larga, como es habitual, 
        reutilizaban la cimbra edificando tantos tramos como fuera necesario. 
        Remover la cimbra una vez cerrada sobre ella la bóveda no debió 
        de ser tarea fácil. Parece ser que se utilizó un truco para 
        lograrlo: entre la cimbra y la imposta se disponían sacos llenos 
        de arena sobre los que apeaba la cimbra. Al cerrar la bóveda por 
        medio de la clave, el rajado y vaciado de los sacos facilitaría 
        la extracción y avance de la cimbra para construir un nuevo tramo 
        de bóveda. Si la cimbra no apeaba sobre impostas sino sobre maderos verticales, con retirar estos bastaría para poder recuperar la cimbra. 
      

      Esta forma de trabar 
        originó una consecuencia directa: los encuentros entre dos tramos 
        realizados con la cimbra dejaban una fea unión. La solución: 
        "tapajuntas". No son otra cosa los 
        arcos fajones que segmentan las naves aportando un agradable efecto visual. 
        Funcionalmente puede prescindirse de los mismos. La bóveda entrega 
        su empuje a los muros. Así pues, los fajones con sus pilastras adosadas son una 
        deliciosa consecuencia estética para disimular ese problema. La imagen de la derecha sobre estas líneas es activa. Colocando sobre ella el cursor aparece el perfil de capitel y fajón ocultando la junta resultante del encuentro entre dos tramadas (La imagen corresponde al ruinoso templo de San Miguel de las Chulas en El Frago, Zaragoza). 
       
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      Sobre estas líneas, muestro 
        un montaje a base de dos imágenes de la ermita de San Miguel en 
        Sarsamarcuello (Huesca). El templo conserva su cabecera y el primer tramo 
        de la nave. El derrumbe se ha producido a partir del fajón de unión 
        entre los dos primeros tramos de la nave. Y en la "sección" 
        podemos apreciar superpuestos los arcos de medio punto que conforman el 
        fajón y sobre el, la bóveda. Advertimos 
        que la bóveda se forma por una sola hilada de sillares dovelados; 
        así como que su apeo se efectúa en la cara interna de los 
        sillares del muro: aquella que queda vista desde el interior del mismo. 
        De esta forma, el gran espesor del muro actúa como compensación 
        suficiente de los empujes originados por bóveda y sobrecubiertas.