Los capiteles reciben el 
      apelativo de "historiados" cuando desde sus cestas nos transmiten ideas (por lo general pasajes de las Escrituras) 
      cuando nos cuentan una historia de modo que el receptor del mensaje está 
      siendo adoctrinado por  episodios de un catecismo esculpido del cual la cesta de cada capitel es tan solo uno de sus capítulos. 
      Bajo estas líneas traigo uno de los capiteles del 
      claustro de San Juan de la Peña (Huesca). El genio del Maestro de 
      Agüero nos muestra con todo lujo de detalles y sus elementos característicos 
      el pasaje del segundo sueño de san José gracias al cual la Sagrada Familia huyó a Egipto librándose de la matanza ordenada por Herodes.
    
    Tanto el capitel superior 
      como los dos inferiores se alzan sobre columnas simples. En ocasiones los 
      hallaremos exentos, por lo general en claustros. Otras veces adosados a 
      la fábrica de una portada mostrándonos dos de sus caras, pero 
      curiosamente en ellos suele haber esculpidas tres quedando una oculta. No 
      tiene sentido, salvo que su labra se realizara sin tener en cuenta el lugar 
      donde se deberían de ubicar por lo que acaso los confeccionaron "polivalentes" de modo que pudiesen ser colocados tanto a derecha como a izquierda en la portada. Ello 
      apuntaría a la teoría del taller escultórico distante del sitio 
      de edificación. 
    

    Capiteles con tres caras 
      esculpidas son adecuados para adosarse a una pilastra o sobre una semicolumna 
      y prestar apeo por medio del cimacio a un arco fajón o formero, como en la imagen bajo 
      estas líneas de la catedral de San Pedro de Jaca (Huesca). 
    
    También podemos 
      hallarlos dobles o pareados. En los claustros coronando parejas de columnillas, al 
      igual que al interior de los templos donde se alzan sobre parejas de columnas 
      exentas o de semicolumnas adosadas recibiendo el empuje de fajones o formeros 
      de mayor amplitud. 
    

    Y también en grupos 
      de cuatro capiteles como suele ser frecuente hallar en las zonas centrales 
      de las pandas claustrales, componiendo un recio apeo para la misma, que 
      gravita entre las recias estructuras de sus ángulos y estos apeos 
      centrales. 
    
    Un caso especial en los 
      capiteles lo componen estructuras del estilo de las mostradas bajo esas 
      líneas. Realmente son capiteles compuestos, o frisos decorados adoptando la  
      función de capitel. A la izquierda, un alargado capitel al interior 
      de San Gil de Luna (Zaragoza). Originalmente compuesto por dos piezas 
      esculpida, cuyos extremos son capiteles esquineros y la porción central 
      equivale a un friso decorado. Por causa de los cambios en el diseño 
      del edificio durante su fábrica, eliminaron el correspondiente a 
      nuestro lado derecho para poder ubicar una portada en sitio atípico. 
      
    

    De modo equivalente se 
      resuelve la decoración de las pilastras que componen el ábside 
      de Santo Domingo de la Calzada. Las Vírgenes Necias sobre falsas 
      columnillas decoran un friso en función de capitel sobre el cual 
      se alza cimacio decorado con los ancianos músicos. 
    
    En los momentos avanzados 
      del románico, cuando ya empieza el gótico a impregnar de expresión 
      y movimiento a la escultura, también en la decoración de los 
      capiteles hallamos este tránsito. Arriba muestro el capitel de Santa Cecilia 
      de Aguilar de Campoo (Palencia) que está pleno de movimiento y expresividad 
      para transmitirnos la angustia de las madres en el pasaje de la Matanza 
      de los Inocentes 
    

    Tras 
      la explosión de figuras y símbolos del románico llega 
      el Cister -la reforma de la reforma- desnudando de nuevo los templos de 
      sus esculturas catequizadoras. No ha de quedar nada que distraiga al monje de la 
      verdadera función del templo o claustro como lugar de recogimiento y oración. 
      Los capiteles no son ajenos a este hecho y hallamos formas lisas, equivalentes 
      de volutas en las esquinas y hojas vegetales apenas señaladas en 
      sus cestas. Retorno al modelo clásico con la sobriedad que rescataron 
      los monjes blancos. 
    
    Una última consideración 
      acerca de los capiteles. Como parte integrante de la fábrica del 
      templo que son, recibieron el acabado que a todo el templo se daba: revocado 
      y pintura. Hoy nos hemos acostumbrado a la piedra vista. Se nos ha inducido 
      a pensar que "la piedra es bella", pero los capiteles estuvieron 
      también policromados y el aspecto del templo debió de ser 
      otro, sin duda impresionante.