
    Estos templos (apenas diecisiete) fueron 
      “redescubiertos” en 1922 por Rafael Sánchez Ventura y 
      el fotógrafo Joaquín Gil Marraco a los que un cazador de 
      la zona les habló de su olvidada existencia. En 1933, Rafael Sánchez 
      publicó el hallazgo junto a Francisco Íñiguez Almerch 
      en Archivo Español de Arte y Arqueología, Centro de Estudios 
      Históricos. Ya desde su redescubrimiento surgió el germen 
      de la polémica dado que de ellos dijeron quienes los sacaron del 
      olvido: “Parecen traducir estas iglesias un mozárabe mal 
      interpretado...”
    Quizá en esa primera 
      aproximación a estos templos y en el enjuiciamiento citado pueda 
      radicar el germen de la denominación que por "romanticismo" 
      se usó para definirlos. El término "Románico" 
      ya estaba vigente. También el referente al arte "Lombardo". 
      La necesidad científica de catalogar y encasillarlo todo, con sus 
      respectivos "filum" de antecedentes y consecuentes propició 
      su encasillamiento como "templos mozárabes de Serrablo". 
      En el fondo, con el pensamiento de hoy, podría 
      decirse que se estaba acuñando una marca o seña de identidad 
      corporativa. A mi modo de ver el acierto fue reconocer 
      a este grupo de templos como "diferentes" porque realmente lo 
      son en tanto en cuanto que en ellos convergen una serie de elementos diferenciales 
      no presentes en otros templos. Y éstos son los arcos de herradura o falsa 
      herradura, la existencia de alfices de ascendiente islámico y las 
      torres-campanario con claras raíces islámicas. Pero 
      sobre todo, un elemento nuevo y diferenciador como es la decoración 
      que les añaden a sus ábsides entre los arquillos 
      ciegos y la cornisa. Me refiero a lo que se conoce como "friso 
      de baquetones" ubicado entre una moldura tórica y la cornisa a la cual sustentan.
    Por otro lado, los detractores 
      del "mozarabismo" de estos templos se basan en las claras coincidencias 
      de su estilo básico con el extendido y pujante arte lombardo/lombardista omnipresente 
      en las zonas orientales de Aragón y cuyo empuje y expansión 
      solo pudo ser frenado por el triunfo de Cluny y su movimiento ideológico-religioso-artístico: 
      El Románico.
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    La forma lombarda de edificar 
      en Aragón la encontramos en pequeñas iglesias, grandes monasterios 
      y en edificaciones de carácter militar. Su construcción se 
      lleva a cabo con sillarejo apenas desbastado a maza, con muros de tres capas 
      (dos vistas y una tercera central que les aporta solidez), con bóvedas 
      de medio cañón o de arista, con presbiterios atróficos 
      tan apenas señalados y sobre todo con ausencia de decoración 
      escultórica. La elegancia de esta forma de 
      edificar se basa en los juegos de luces y sombras que producen sus elementos 
      adosados a los paramentos verticales. Lesenas que animan y articulan muros 
      y ábsides a la vez que ofrecen soporte a los arquillos ciegos que 
      en altura adornan cabeceras y muros laterales.
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    Uno de los elementos que 
      hemos señalado como propio del arte lombardo es la existencia de 
      "dobladura lombarda" en algunos vanos. Su finalidad es estética 
      y consiste en colocar una serie de sillarejos a soga perfilando el trasdos 
      de los vanos y formando una especie de sobrecírculo ornamental que además ayuda a homogeneizar el medio punto del arco.
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    Queda patente que aun careciendo 
      de decoración escultórica es un arte que no renuncia a la 
      belleza estética Ya he mencionado las lesenas y los arquillos ciegos. 
      En esta línea es frecuente encontrar un acabado decorativo en la 
      altura de los cilindros absidales. Por encima de los arquillos 
      ciegos y hasta llegar a la cornisa, es frecuente hallar motivos decorativos 
      enmarcados en ocasiones por sendas molduras. Así 
      son frecuentes las decoraciones de "dientes de sierra" o "esquinillas" 
      como ocurre en los ábsides laterales del monasterio de Obarra (Imágenes 
      1 y 3). Algo similar hallamos en otros edificios más modestos, 
      como la ermita de San Clemente de Palo (Imagen 6)
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    Para la decoración 
      del ábside central de Santa 
      María de Obarra se optó por algo más elaborado 
      que los frisos de esquinillas utilizados en los ábsides laterales. 
      Allí, entre las dos molduras longitudinales sobre la arquería 
      ciega se implementó un sistema de lajas entrecruzadas a modo de aspa 
      que le aporta un toque de elegancia al edificio (Imágenes 
      1 y 2). En otro monasterio con influencia lombarda como 
      es el de Alaón, 
      el motivo decorativo elegido en sus muros fue el de tacos de sillarejo tresbolillados 
      formando una auténtica y primitiva forma de ajedrezado (Imagen 5). En las 
      cabeceras, este motivo cede paso a un friso de esquinillas que aquí 
      consta de tres filas superpuestas (Imagen 4). 
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    En fin que, a pesar de 
      la sencillez edificativa, los constructores lombardos no renunciaron a usar 
      motivos decorativos ni tampoco a probar con diferentes formas de llevarlos 
      a cabo usando los materiales a su alcance para generar sucesiones de diferentes figuras geométricas entre 
      la cornisa y los arquillos ciegos, por lo general entre dos filas de sillarejos 
      formando molduras.
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    Hay un templo en Huesca 
      situado en mitad de la nada entre los embalses de Belsué y de Vadiello 
      que fue rescatado del olvido en 1974 gracias a miembros de Peña Guara. Consolidado 
      en su estado de ruina es un referente que plantea más dudas de las 
      que aclara. Me refiero a la ermita 
      de la Virgen de Sescún (Imágenes 7 y 8). 
      Cronológicamente es el único enclave de esta corta serie del 
      que se tienen constancia documental. Durán Gudiol cita que "el 
      15 de diciembre de 992 el presbítero Mancio lego en testamento al 
      monasterio de San Úrbez de Nocito propiedades en Sescún, San 
      Saturnino, Onás y Villobas". 
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    En Sescún encontramos 
      una forma decorativa en consonancia con lo que hasta ahora hemos visto en 
      templos lombardos. En altura del ábside, entre los arquillos ciegos 
      y la cornisa colocan elementos decorativos repetitivos entre dos toscas molduras 
      corridas. Los elementos decorativos aquí no son esquinillas ni lajas 
      ni taqueado. Aquí son elementos a modo de pequeñas columnillas 
      verticales que le aportan un aire peculiar. Columnillas poco trabajadas 
      que no son sino sillarejos de semejante altura colocados de modo sucesivo, 
      verticalmente y a tizón. Es obvio que estoy 
      describiendo el emblemático y definitorio friso de baquetones de 
      las iglesias del Gállego de las cuales Sescún pudiera ser 
      la primera de todas ellas.
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    En las formas típicas 
      de las iglesias del Gállego, los frisos de baquetones, al igual que 
      el resto de los elementos edificativos muestran una esmerada y repetitiva 
      forma de preparación. Los frisos de baquetones aparentan ser una 
      sucesión de columnillas colocadas en vertical decorando la zona alta 
      de la cabecera de estos templos.
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    Cuando se tiene la suerte 
      de poder observar uno de estos edificios arruinado, como el que hay en el 
      parque de Sabiñánigo procedente de la población de 
      Gavín, es posible comprobar que los baquetones no son otra cosa 
      que sillarejos en los que su borde libre ha sido trabajado para darle forma 
      redondeada. Estas piezas lo mismo pueden usarse  
      para formar las molduras tóricas del ábside, colocándolas horizontalmente, como en sucesión 
      vertical para generar el emblemático friso de baquetones. Es 
      un progreso más en la decoración que los herecderos del modo de hacer lombardo 
      plasman aquí de un modo totalmente novedoso.
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